Saturday, December 03, 2016

Abriendo las alas.

Como todos los cachorros desarrollándose, Sergio va buscando su espacio, probando sus capacidades y buscando su independencia. Con dieciséis años, está en esa etapa indefinible, entre adulto y niño, en la que todos nos hemos cuestionado hasta qué punto estamos capacitados para estar a un lado u otro de una barrera que, sabemos, solo podemos atravesar a base de ensayo y error .

Tengo que reconocerlo. Es un periodo de su vida en el que estoy mas confundido yo que el. A veces nos acusa de sobreprotectores y en parte, es posible que lleve razón, Pero como no tienes ejemplos cercanos, elegir una pauta válida de actuación es muy complicado.

A su edad, los chavales van conquistando terreno gracias al apoyo de las tribus que tienden a crearse entre ellos y que les hace fuertes frente a un exterior apenas conocido, pero probablemente hostil. Salen en manada, ampliando tanto sus límites territoriales como horarios. La exploración  de un mundo más allá del conocido se hace factible y la oscuridad de la noche ya no supone una barrera, porque se cuenta con la protección del grupo. Supongo que a ningún padre le agrada este panorama, pero todos sabemos que es inevitable su llegada y accedemos condescendientes a él, añadiendo un sin fin de reglas que sabemos no se van a cumplir en su mayoría, pero convencidos que ese escudo grupal es una protección media en esta fase que no podemos detener.

Pero si no existe ese escudo, los planteamientos cambian y hay es donde vienen las dudas, (no digo temores, porque imagino que cualquier padre/madre cuando sale su hijo, no se le desacelera el corazón hasta que escucha como este introduce la llave en la puerta a su regreso).

Entonces es muy difícil gestionar esa conquista de libertad que él necesita y tu no dejas de preguntarte si, como  dice,  eres sobreprotector por pedirle que si sale llegue a casa antes de que anochezca, o te llame para ir a recogerle. Quiza no estes imponiendo esas normas por su bien, si no para tu tranquilidad y te dices  para justificarte que, de esta manera, ambos os sentís más seguros. Pero sabes que debes seguir soltando sedal.

Le has llevado de la mano lo que has podido, pero vuestros dedos apenas se rozan y tienes que comprender que tu mejor apoyo es tragar saliva y ver como inicia el vuelo. Tienes la ventaja que pedirá consejo o permiso para todo, incluyendo lo más peregrino que pueda ocurrirsete, porque has creado ese vinculo de seguridad para el que supone que cuando vuelva, tu vas a estar ahí. La crisálida se rompe y lo mejor que puedes hacer es ayudar a desgarrarla, porque quieras o no, sucederá y lo mejor es que cuando extienda las alas y empiece a volar, si mira hacia atrás, sepa que ahi estaras tu con la misma linterna de siempre para guiarle en el camino de vuelta.

Porque de lo que estas seguro es que siempre volverá